jueves, 8 de diciembre de 2011

Navidad 2011

GRATITUD
Érase una vez una abuela muy paciente y trabajadora. Casi todos los fines de semana sus hijos le dejaban al cuidado de sus cinco nietos.
Sus amigas siempre le reprochaban que era excesivamente bondadosa, porque se privaba de gozar libremente de sus fines de semana.
Ella siempre les contestaba dándoles las gracias por lo mucho que la querían y se preocupaban por su bienestar.
Una de sus mejores amigas le dijo una vez:
¡Encima eres capaz de darles las gracias! ¡Pues claro que sí¡ Le contestó.
Les agradezco la confianza que tienen en mis facultades y en mi responsabilidad para cuidar de sus hijos, para colaborar en su educación, para mejorar incluso sus vidas como padres facilitándoles un merecido descanso.
Les estoy muy agradecida porque me regalan dos días a la semana para jugar con mis nietos, para ser testigo de su crecimiento como personas y permitirme crecer a mi también en su compañía. Es un gran regalo, de ahí mi gratitud hacia ellos, pues necesito de otras personas para seguir mejorando mi vida, además son mis propios nietos los que vienen para ayudarme en este propósito.
Hasta su nieta mayor le dijo un día:
Abuela, ¿por qué nos das siempre las gracias?
Porque os gustan mis cuentos y siempre estáis muy atentos cuando los cuento. Me hace mucha ilusión tener un auditorio tan devoto y selecto. Y se puso a reír.
Pero abuela, tu das las gracias por todo. Prosiguió su nieta.
Efectivamente hija mía. Es un gran placer poder dar las gracias por cualquier cosa.
Un gran placer, algo inigualable. Pues no entiendo cómo te da placer dar las gracias por cualquier tontería. Apostilló su nieta. La abuela suspiró y le dijo dulcemente: Cuando doy las gracias de corazón y desde lo más profundo de mi ser, no como simple cortesía, percibo que muchas partes de mi interior se abren, las articulaciones, los músculos y los órganos se esponjan, en ese momento todos los fluidos de mi cuerpo discurren más fácilmente provocando una limpieza de todas mis células lo que hace aflorar la luz que hay en su núcleo. Es como una especie de dilatación interna que te inunda de luz, que te ilumina, pero con una luz que proviene de tu mismo interior. Es una maravillosa experiencia que me eriza la piel y me hace sollozar y suspirar de felicidad.
¡Qué guay abuela! Exclamó el más pequeño que acababa de cumplir los cinco años.
¿Nos enseñarás a dar las gracias de corazón? Dijo otro.
Ya lo haces hijo mío, siempre que os cuento cuentos, que os llevo al circo o que os preparo vuestras comidas preferidas, me das las gracias que brotan de tu corazón. ¿Cómo lo sabes? Siguió preguntando.
Porque mi corazón se llena de alegría al percibir el amor que acompaña tus gracias. ¡Es verdad abuela, es verdad!
Corearon los cinco a la vez. ¡Qué guay!

Deseo pases una feliz Navidad dando muestras de gratitud por doquier Tu amigo Paco Lagardera Barbastro, diciembre de 2011